Sunday, March 8, 2009

Fragmento (El-Ella)


Los Himalayas

Es de noche. Llega el iniciado kaula, cubierto por una túnica blanca. El cabello le cae sobre los hombros y huele a cenizas. Percibe el yantra y comienza una danza que se parece a la del ave del paraíso. Busca la entrada que le corresponde. La encuentra y puede alcanzar el centro. Se abren las puertas y se presentan los testigos, que vienen acompañados de sus mujeres. Se distribuyen en torno al círculo, con movimientos rituales. Ninguno de ellos tocará el centro. La espera nocturna se prolonga hasta que aparece la mujer. La siguen sus servidoras. También la cubre un manto y entra en el yantra con los ojos cerrados, como dormida, pero sin dudar ni confundir los movimientos. Las servidoras también entran con ella. El y ella se reclinan, una al lado del otro, en la espera. El y ella se reclinan, una al lado del otro, en la espera. Se oye una voz que invita al festín. Se consagran los manjares con mantrams y signos, coreados y repetidos por las servidoras y los huéspedes. Primero se consagra el agua y el vino: ¡Introduce tu alegría en este vino para que sea curso de eterna vida felicidad e indestructible placer! ¡Introduce la esencia de la ambrosía la que representa todos los sabores del universo y es el esperma de la segunda creación de los nacidos dos veces! Se escancia el vino en el cáliz y se recita el mantram del sol: ¡Kang, Bang, Tapinyai, Namah! ¡Kang, Bang, Tapinyai, Namah! ¡Gang, Phang, Ngang, Ngang! ¡Chang, Dhang, Jhang, Tang, Nyang! ¡Nang, Thang, Dang, Thang, Dan! Se llena tres cuatros de una copa con el vino, el resto con agua y se recita ahora el mantram de la luna: ¡Ung, Soma, Mandalaya, Sodaza, Kalatmane, Namah! Se ha transformado el vino en néctar, destruyéndose la maldición que pesaba sobre él desde antiguo. Es ahora el mágico brebaje, que ayuda a cruzar el umbral, es sangre del sol y de la luna. Dentro de la jarra de vino se arrojan dos flores, que simbolizan el hombre y la mujer. Se bebe en dos copas, volviéndose hacia el Norte, luego hacia el Sur. Se recita un mantram que comienza por la letra G, en honor a Ghanesa, el guardián del umbral. Con la primera copa de vino se come carne cocida; con la segunda, pescado; con la tercera, cereales. Después, se come lo que se desee, pues también el alimento ha sido transformado en carne de un dios. Al beber la quinta copa de vino, se entonan cánticos y se hace sonar un cuerno ronco. Ya no se bebe más. La voz invisible describe la cima del monte Kailas, señor de los montes, resplandeciente en piedra de luna, con árboles de sombra inmóvil, envuelto en la fragancia de flores alucinadas. Los iniciados se levantan, dejando caer sus mantos. Las servidoras aproximan la jarra con agua. Ellos entran en la jarra. Los coros cantan, describiendo el cuerpo de la mujer. Es el jardín del placer, el templo de la luna y del sol. Su vientre, es el altar del sacrificio; su pelo, es la hierba sacramental; el dulce vello de sus brazos y muslos, es el trigo de los campos; sus pechos henchidos, son como volcanes que llenan de temor reverencial a las tribus de las llanuras; sus largas piernas, son los caminos que el peregrino deberá recorrer. Sus ojos, son dos estrellas. Sus labios, son de leche y miel. Ella dice: -Tengo fuego dentro de mis labios. ¡Ven,, aliméntalo con los tuyos, amado, no retardes! Sufren un momento de ausencia, una caída en el olvido. Porque el agua de la jarra es de ambrosía pura. Al salir del baño son coronados como rey y reina por las servidoras. Tienen dos varas en sus manos. El iniciado se sienta con las piernas cruzadas. Las servidoras levantan a la mujer, con sus muslos abiertos. La suben a la altura del rostro del hombre y la van bajando lentamente de modo que roza todo su cuerpo, sus distintos centros, sus flores, hasta caer suavemente abierta sobre el lingam. El hombre siente que ha penetrado a la mujer, yendo a una región verde-oscura, con el sabor de la endrina. La mujer inicia un ritmo lento, mientras las servidoras, que están también desnudas, reproducen los gestos y acciones de las esculturas del templo. Se forma así un universo que se agita con cadencia creciente, al tiempo que alguien canta: ¡Oh, Casto, sólo tu esposa existe en el tiempo de la gran dispersión todos los otros mueren y aún el ojo abierto del gran Uno se cierra! El ritmo acelera, se hace intenso. La mujer busca sus labios. ¡Oh, destructor el suelo ardido es tu campo de juego tu arte son las cenizas de las piras funerarias tus coronas son rosarios de cráneos! Sin embargo, ¡oh dador de bendiciones!, quien medita en ti obtiene los auspicios quien se autocontrola y en ti medita con el pensamiento fijo, ajeno a todo lo exterior en la manera ordenada por la ley conteniendo su respiración sus cabellos erectos de felicidad sus ojos llenos de lágrimas de alegría inmerso en un lago de néctar delicioso aquél sube a la cima del Kailas ¡Reverencia a ti, el tres ojos! Parece como que la mujer pierde el control. Comienza a gemir y sus labios abiertos buscan los del héroe, penetrándolos con su lengua húmeda. Las servidoras cantan: ¡Terrible, bello! ¡Casa de nuestra señora! ¡Bosque de Durga! ¡Hija de Matanga! ¡Esposa de Brahma! ¡Kumari, Lakshmi! ¡Pura! ¡Pura! El concentra su voluntad en el entrecejo, tratando de ausentarse, aún cuando sin dejar de participar en el drama, en cada uno de sus detalles, sintiendo a la mujer, sus labios en sus labios, sus piernas oprimiendo sus riñones, sus brazos enlazados en su cuello. La sostiene, tratando de defenderla de ella misma. Inmóvil, hace un signo con la mano que aún mantiene libre. Sin embargo, el ritmo enloquecido está a punto de arrastrarle. Es el momento supremo de la prueba. Comprende que deberá descubrir la salida, en una última inspiración. Y piensa en la sacerdotisa muerta. En ese momento, su semen salta hacia adentro. Y en las raíces del árbol despierta la Serpiente. Como fuego líquido sube a la cima, hasta la copa, abriendo a su paso todas las flores de su jardín, haciendo oír la música de las entrañas. Abre sus ojos. Con infinita ternura, sostiene a la mujer, y le restaña el sudor de sangre. Sin embargo, el festín no ha terminado, porque ahora deberán cenar los testigos. Y el festín de los testigos es su propia carne.

Miguel Serrano
Lost night

The waves are breaking their hands on the beach
In the darkness you can hear the ancient song evaporating
from the rocks
There is nothing more in the eyes end lines
your salty tongue
your eyes in memory lost
your hands, cold like the stone
pallid like a ghost
Where are your songs?
where is your secret dawn?
my last words for your celebration
my first words for your dance