Sunday, August 15, 2010


Para escribir algo hay que tener el cuerpo rasgado y ser persistente en la sordera, o más bien en la ausencia del tacto. Muchos han gastado esfuerzos en definir y medir el tiempo, asombrando y obteniendo el resultado final de la admiración. Un conocido una vez me dijo que lo más importante en un poema era el título. Tenía que ser sugerente y definir el curso del poema ya que era lo primero que le salía al encuentro del lector. Debía recibirlo con los brazos abiertos. Obviamente el escribía para otros. Yo nunca dí con títulos exigentes. Deden ser las arañas que trepan por mi cabeza. La verdad es que yo mas bien lo hacía con la esperanza que mis poemas se fueran volando, maduraran la voz y desfiguran así, su arquitectura. Construyéndose así mismos. Con la esperanza de que regresaran a mi como ecos perdidos y voz nueva. Irreconocibles para mi oído y de algún modo me lavaran los ojos y me tendieran una mano.

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