Ocaso
(qinta-versión)
A Karl Borromaeus Heinrich
Sobre el blanco estanquehan pasado de largo las aves salvajes.
De nuestras estrellas sopla un viento helado al atardecer.
Sobre nuestras tumbas
se comba la quebrada frente de la noche.
Bajo robles balanceamos en una barca argéntea.
Siempre resuenan los blancos muros de la ciudad.
Bajo arcos de espinos,
hermano mío, ascendemos, ciegas agujas, hacia la medianoche.
Queja
Sueño de muerte, las lúgubres águilas
baten toda la noche su rumor en torno a esta cabeza:
a la imagen aúrea del hombre
devoraría la onda helada
de la eternidad. En arrecifes tenebrosos
se destroza el cuerpo púrpureo
y la oscura voz se queja
sobre el mar.
Hermana de tempestuosa tristeza,
mira: una barca angustiosa se hunde
bajo las estrellas,
bajo la faz silenciosa de la noche.
Los gitanos
Arde el anhelo en su mirada nocturnal
hacia aquel hogar, que no verán un día.
Así los arrastra un destino fatal
que tan sólo sondea la melancolía
Las nubes de los caminos a ellos van abriendo,
un bando de aves a veces los acompaña,
hasta ir en la tarde su rastro perdiendo,
y a veces en el viento una campana taña
en la de sus tiendas soledad estrellada,
que así con más anhelo sus canciones crece,
de maldición sollozan, de pena heredada
que ninguna estrella de esperanza esclarece.
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